Con los años, mi práctica ha ido evolucionando a nivel físico, mental y espiritual. Defino mi propio estilo de Yoga como una mezcla de lo mejor de cada disciplina, con una correcta alineación en las posturas, fluyendo con creatividad y observando cómo el cuerpo y la mente se unen.
Mis clases siempre son diferentes, ya que cada día somos diferentes y la energía cambia. Me gusta variar desde estilos más energéticos y diámicos como un Power, Dharma, Active, Ashtanga o Rocket a prácticas más pausadas como un Yin Yoga o un Slow Vinyasa parar centrarme en ese trabajo hacia adentro. Así mismo, me gusta que una parte de la práctica vaya dedicada siempre a la reflexión, de forma que logremos encontrar las herramientas necesarias para practicar fuera de la esterilla, en nuestro día a día y en cómo actuamos con nosotros mismos y los demás.
Los pasos del Yoga están diseñados para ir hacia adentro. No puedo explicártelos… debes experimentarlos, hacerlos tuyos y disfrutarte en silencio. Sin prisa. Un kilómetro es un kilómetro, a una velocidad o a otra, corriendo o andando. No importa. No lo digo yo, lo decís vosotros mismos: mis clases no son simples movimientos conscientes, sino viajes llenos de introspección y emociones.
Entregarse y fluir: cuando empecé a vivir así, entendí ese sentimiento de dejarse llevar por lo sencillo de la vida, eligiendo mis tiempos y mis ritmos. En este momento… mi vida se volvió más suave y coherente. Y es cierto: cuando dejamos que la vida nos guíe, la magia aparece y nada me hace más feliz que poder seguir compartiendo esto con vosotros.